Este relato pertenece a la cuarta ronda de la iniciativa Blogs Colaboradores
En la actualidad…
Cierro los ojos por un momento junto al diario sobre
mi regazo. Intentando poner en claro mis ideas, es la primera vez que pienso en
todo lo que pasó de forma que pueda transmitirlo a las hojas de este cuaderno,
sin que casi me atormenten los recuerdos. Me levanto apoyándome en el tronco
del árbol que me ha dado cobijo bajo sus hojas por un largo rato mientras
escribía a Darío y observo la gran explanada verde y amarilla a partes iguales
frente a mí. El sol brillando con fuerza, haciendo que la hierba y semillas
plantadas en algunas partes estratégicas del campo brillen y hagan del paisaje
algo más perfecto de lo que es.
Recojo las pocas pertenencias que traje conmigo cuando
nos trajeron y me dirijo a la sala donde, a través de un espejo, como si fuera
una ventana, podemos ver lo que queda de la Tierra. Todas las tardes después de
escribir un poco más de esta historia, vengo aquí, ya que todavía tengo la
esperanza de volver a ver a mi madre o alguno de mis amigos que dejé atrás,
aunque solo sea un momento y sepa, que, aunque me estuvieran viendo no me
reconocerían a mí, pues seguro que están infectados, ya que, si no, ya me los
hubiera encontrado por aquí.
Mientras observo el lugar que durante diecisiete años
fue mi hogar, comienzo a rememorar el momento en que los “Otros” nos trajeron
aquí, salvándonos incluso de nosotros mismos...
Resulta que, los “otros” a quién Alberto se refería,
no eran más que otros seres que habían venido a nuestro mundo a ayudarnos, ya
que ellos pasaron por algo parecido en el suyo. Por lo visto, lo de no valorar
lo que nos da la naturaleza y machacarlo hasta que ya no queda nada, no solo
viene de nosotros los terrestres, ahí fuera, en el resto del universo, también
existen otras personas, que, aunque más avanzadas cultural y espiritualmente,
también cometen errores parecidos. Sin embargo, la diferencia entre ellos y nosotros,
es que ellos si aprenden de sus errores al contrario que nosotros que vamos
cometiendo los mismos una y otra vez a lo largo de la historia.
Ahora mismo me encuentro a, según nos explicaron los “otros”,
sesenta y nueve millones de kilómetros de la Tierra, en un planeta llamado Urbania,
una de las lunas del planeta Soja, dedicado expresamente a la agricultura y
cuyos habitantes, los Sojianos, se fueron a vivir a una de sus lunas después de
destruir casi por completo su planeta en una guerra entre ellos mismos por el
poder. Estos pasaron a llamarse Urbanianos y son los que nos recibieron a los
pocos que quedamos en nuestro planeta y que ellos pensaron que seríamos
apropiados para ayudarnos mutuamente a reconstruir este, su planeta. Los del
otro bando, siguen conservando el mismo nombre, los Sojianos, son más radicales
y parece que se niegan a evolucionar como los Urbanianos, pues continúan siendo
enemigos naturales de estos, solo a la espera de recuperar fuerzas para volver
a atacar.
Aunque ellos no cuentan con ayuda del exterior, no nos
ven a los Terrestres como posibles aliados, si no que nos creen inferiores. No
saben que en el fondo somos iguales, solo piensan en ellos mismos hasta
destruirse por completo.
Ahora solo me queda pensar que esta es una nueva
oportunidad, no solo para comenzar de nuevo, si no para intentar redimirme y
perdonarme a mí misma por haber abierto aquella maldita caja en aquel callejón,
solo por satisfacer mi curiosidad ayudando así a unos pocos a terminar de
destruir lo que un día fue nuestro hogar.
Estoy de acuerdo que los humanos somos destructivos, pero yo creo que aprenderemos. Espero seguir leyéndote, saludos desde México.
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